EQUINOSPA, EMPRENDER CON CABALLOS

Melisa es la feliz propietaria de un centro de equinoterapia y equitación en Carlos Paz, Córdoba. A ella simplemente le fascinaban los caballos desde su más tierna infancia. Tal es así, que cuando cumplió 10 recibió de regalo un alazán enorme y bondadoso que se quedó a vivir en la quinta familiar. Su pasión por los jamelgos la desborda, no solo cuando habla de su proyecto, que luchó por abrir contra viento y marea, sino principalmente cuando describe los principales beneficios de trabajar con caballos.
La forma que Melisa encontró para acercarse a los caballos fue trabajando en un centro que organizaba cabalgatas y del que la contactaron cuando dejó su currículum. Lo hizo desde los 19 hasta los 22, cuando finalmente decidió alejarse por no estar de acuerdo con algunas cuestiones, como malos tratos con los animales y gente un tanto complicada. Si bien se formó todo lo que pudo en la disciplina (en Córdoba solo había un lugar en donde enseñaban equinoterapia y en todo el territorio nacional hay bastante pocos…), la falta de cooperación de su entorno la obligó a tirar la toalla a los dos años de haber arrancado.
Decidió entonces hacer lo que tantos le aconsejaban y se puso a estudiar agronomía, una carrera de la que, si bien no se recibió, logró sacar todos los conocimientos necesarios para cuidar los caballos y administrar el negocio. A eso sumó una formación en finanzas, publicidad y redes, lo que le dio la fórmula perfecta para un negocio rentable. No obstante, para que Melisa volviera a tener ganas de emprender tuvieron que pasar dos años, tiempo en el que trabajó arduamente: cursando en la facultad y trabajando en la empresa familiar; y haciendo cursos y colaborando con un centro de equinoterapia los fines de semana.
A los 26 decidió que era tiempo nuevamente de lanzarse a la aventura. Esta vez, mucho más decidida en el predio iba a ser el mismo de antes, un terreno familiar de dos hectáreas en las afueras de la ciudad. El nombre también lo iba a mantener, «equinospa» Puso entonces manos a la obra, reunió al equipo e invirtió cada peso juntado en levantar el centro/escuela. A ese camino se sumó además un ángel de la guarda, una mentora que haría toda la diferencia: Andrea, fundadora de Relinchos, una escuela de manejo natural del caballo y técnicas compasivas de entrenamiento y una verdadera eminencia en lo suyo, porque ejerce hace más de 27 años.
Cuando Melisa habla de los desafíos que tuvo que enfrentar, enumera principalmente 3 cosas: la constante necesidad de ajustar los precios en un emprendimiento que ya de por sí tiene costos muy elevados; lo duro que es liderar un equipo, en donde «la clave es tratar de escuchar las propuestas y los objetivos de todos, sabiendo a dónde quieren ir y qué es lo que disfrutan» y finalmente, la dificultad de conseguir caballos mansos para trabajar.
Más allá de lo difícil que es mantener un negocio de equinoterapia, Melisa logró encontrarle la vuelta, haciéndolo crecer cada día más. Hoy por hoy no solo trabaja con discapacidad, sino que además logró sumar clases de equitación de mayor nivel, lo que le amplió el público porque pudo sumar adultos. Así, de haber arrancado con 5 caballos, hoy tiene nada menos que 27. A esa virtud de ser metódica se sumó otra, su amor por el mundo techie:
El emprendimiento de Melina es un ejemplo de superación, que aún tiene mucho camino que recorrer, pero que cuenta con el mejor de los pronósticos. Buena parte de todo el aprendizaje que logró en este tiempo puede resumirse en lo que según ella fue el mejor consejo que pudieron darle: hacerle siempre caso a los que siente.